viernes, 30 de julio de 2010

Día 13: Zurich, la ciudad europea

30/07, día 13 del viaje: Una vez más (¡y no es la última!) hemos pasado la noche en el tren. En esta ocasión, en el tren de Praga a Zurich. Nada más llegar al tren buscamos nuestro camarote. Sabíamos que era compartido, pues este tren solo cuenta con segunda clase, así que... es lo que toca. Inicialmente compartíamos camarote con dos súbditos del país del sol naciente, pero cuando ya teníamos todo organizadito y las maletas colocadas de forma que entrase todo (que en estos trenes es casi tan difícil como pasarte las treinta primeras fases del Tetris sin pestañear) llegó al tren una familia egipcia que tenía los billetes separados: los padres en el compartimento contiguo al nuestro y los niños en el nuestro. ¿Cómo les dices que no cuando te proponen hacer el cambio? Es imposible, así que hale. Maletas fuera de nuevo (sudor a manta por todo el cuerpo), intercambio de camarotes y otra vez a hacer el Tetris. Tras el cambio, compartimos camarote con dos parejas de surcoreanos. Este tren es intercultural, jejeje...

Nuestros compañeros de camarote parecen gente maja y bastante normal. Quizás demasiado confiados (ha habido un momento que se han ido los cuatro al bar a comprar no se qué y se han dejado hasta la cámara Nikon tirada encima de la litera a la vista de todo el mundo y con el tren aún parado en la estación), pero por lo demás bastante simpáticos. Susana ha vuelto a usar el truco de hacerse la embarazada para poder quedarse con la litera de abajo y yo he cogido la litera de justo encima suyo. Nuestro camarote por tanto va lleno con los seis pasajeros permitidos. Lo bueno de esto es que ya sabemos que ellos se bajarán en Alemania, lo que tiene dos ventajas: que al llegar a Zurich tenemos el camarote para nosotros solos (y podemos cambiarnos tranquilos) y que durante la noche no va a haber gente nueva que tenga que entrar en la cabina... Mejor, así podemos cerrarnos la puerta y evitar robos. Aún así, pienso dormir con mi bolso y documentación debajo de la almohada y la bolsa de la cámara con el candado puesto y atada a mis piés...

Cuando salimos nos vamos deteniendo cada poco y por un espacio largo de tiempo. Esto huele a retraso fijo y tal y como estaba el tema con las tormentas… Ya veremos. Al cabo de un rato de estar en marcha viene el revisor. Es un señor mayor muy simpático y educado que nos va pidiendo los billetes. Cuando nos pide los nuestros yo le intento explicar el tema del cambio de cabina por la familia y me contesta que ya lo sabía, dándonos las gracias por la ayuda prestada. No nos pide ni los billetes de interrail. ¡Qué hombre tan majo!

Nos vemos una peli con el iPod de Susana (hoy tocaba "La Lista". Es algo paranoica, pero para pasar el rato vale) y a eso de las 22:30 nos echamos a dormir, que nuestros compañeros de oriente ya están acostados desde hace rato. A la media hora o algo más nos despierta con sobresalto un par de señores vestidos con uniforme de pitufo y linterna en ristre tocando al cristal de la puerta y pidiendo nuestros pasaportes o DNIs. ¡Vaya, pero si es la policía! Tras enseñarles la documentación nos dejan tranquilos y nos volvemos a dormir no sin antes comentar con los compañeros que todos somos "legal people" y sonreir un poco para quitarnos la tensión del momento surrealista que acabamos de pasar.

Dormimos de manera más o menos plácida hasta que a las 5 de la mañana nos despierta otro revisor avisando a nuestros improvisados compañeros de viaje de que estamos llegando a su destino en Alemania. De repente se dirige a nosotros preguntando si hemos cambiado de camarote. Le decimos que sí y antes de intentar explicarle el motivo nos pega la bronca de malos modos diciendo que tendríamos que haberle avisado. Por aquí no paso. Me reboto diciéndole que ya se lo explicamos anoche al OTRO interventor y que si entre ellos no se hablan no es mi problema, que yo iba durmiendo hasta que EL me ha despertado y que nuestro destino es Zurich, estación término del tren, así que no entiendo por qué se pone así. Le enseñamos los billetes y se queda más tranquilo, diciéndonos que está todo OK. ¡Pues vaya! Con lo majo que era el otro hombre...

Durante la noche le han dado caña al tren. Supongo que sería para recuperar el tiempo perdido en los retrasos del día anterior, pero el caso es que ha corrido como un demonio. Tanto que llegamos a la hora prevista a Zurich, ni cinco minutos de retraso. Y eso que anoche el primer revisor nos confesó que llevábamos más de una hora de retraso acumulada… Vaya tela.

Una vez en Zurich decidimos ir antes que nada a cambiar los billetes de tren para Barcelona o, al menos, a intentar comprar unos nuevos. Nos toca hacer esta última opción, pero la señorita de información (muy maja, por cierto) nos dice que ella puede sellarnos los billetes y marcarlos como "No usados" para que podamos reclamar el dinero al SCNF. Así lo haremos, que hemos visto que en España hay una oficina del SCNF en Madrid... Lo importante es que tenemos billetes para el Zurich-Barcelona de esta noche (y en compartimento individual de primera clase… toma ya), así que al fin hemos resuelto la vuelta a España. Ahora sí que tenemos la certeza de llegar mañana a casa, así que respiramos los dos aliviados. Ya podemos disfrutar de Zurich…
Dejamos las maletas en consigna tras haber sacado francos suizos en un cajero automático de la estación y desayunamos en una cafetería próxima a las taquillas. Yo llevo despierto desde las cinco de la mañana más o menos, así que estoy medio adormilado y se me mueve todo como si estuviera aún en el tren. Después de tomar el café nos ponemos en marcha.

Zurich tiene casas y edificios bonitos, pero después de haber visto Praga esto nos parece normalito. Seguro que si lo hubiéramos hecho al revés habríamos flipado mucho más con esta ciudad. En cualquier caso, Zurich tiene un río muy bonito que la llena de vida. Hay un montón de clases de patos y cisnes distintos y el paseo por su vereda es verdaderamente precioso y romántico. Visitamos un par de iglesias, compramos unas postales de recuerdo para enviar a nuestros padres como ya viene siendo costumbre en todas las ciudades por las que pasamos y hasta tomamos una coca cola en un bar español fundado a finales del siglo XIX. Por cierto, que hemos pedido también unas albóndigas y además de estar como piedras (eran de lata fijo) nos han sableado como campeones... Como somos los españoles. Eso sí, mola que te digan "Buenos días" en español estando en Zurich... jejeje

Zurich es la típica ciudad verdaderamente europea: está limpia, cuidada y casi todos sus habitantes hablan perfectamente en inglés e intentar comunicarse con los turistas y ayudar con una sonrisa en los labios. Además tiene unas infrastructuras maravillosas, con tranvías modernos que comunican la ciudad de punta a rabo. Los aseos públicos, a pesar de tener el problema de ser de pago (como en casi toda europa... aquí cuestan 1 CHF), están limpísimos y da gusto entrar. Ojalá España fuera siendo un poco más parecida a esto cada vez...

Al regresar de nuestro paseo ya estamos cansados de andar (que ayer seguro que hicimos más de doce kilómetros en Praga y hoy llevaremos ya siete u ocho), así que nos dirigimos a la estación a comer algo y buscar una sala de espera como el día anterior. Comemos en un asiático que no está mal y nos dirigimos a la sala de espera. Esta vez nos llevamos un pequeño chasco: la sala de espera es eso, una sala de espera. Te sientas en unas sillas de plástico y… a esperar. Ni sofás, ni acceso a internet ni ná de ná. Vaya porquería. Pasamos de quedarnos aquí, así que nos ponemos a buscar un café que tenga wifi zone o algo similar. Tras dar unas cuantas vueltas por la estación sin encontrar lo que buscamos y preguntar a dos o tres personas con resultado infructuoso, damos con un chico de una tienda de electrónica tipo Media Markt que nos informa de que en MacDonalds hay acceso a internet gratuito si consumes algo. Increible pero cierto, así que le damos las gracias y nos vamos para allá. Y aquí estamos, escribiendo esto y publicándolo antes de subirnos al tren que nos llevará de vuelta a nuestra querida España.

Mañana, si todo va como esperamos, escribiremos el último capítulo de nuestro viaje desde el Euromed que nos llevará hasta nuestra casita en Alicante.

jueves, 29 de julio de 2010

Día 12: Un dia de sol en Praga

29/07, día 12 del viaje: Hemos pasado la noche en el tren. El trayecto ha sido muy cómodo y el tren prácticamente ni se movía, pero en cada estación en la que nos hemos detenido el frenazo ha sido brusco y nos ha despertado. Como hemos parado en ocho o nueve estaciones durante la noche el resultado es que hemos dormido poco y mal. En total habremos dormido unas tres horas, así que al llegar a Praga por la mañana nos encontrábamos bastante cansados. En fin, cosas de los trenes nocturnos...

Nada más bajar de la estación nos dirigimos a las ventanillas de información. La estación de Praga es parecida a la de Alicante en la zona de andenes, pero lo que es la zona de tiendas y venta de billetes no se parece en nada y sólo tiene una definición posible: caos. Es una estación organizada de forma extraña, con varias alturas de tiendas accesibles mediante escaleras mecánicas o ascensores, con dos pasillos de acceso desde los andenes que no se comunican entre sí... es muy rara.

En información nos dicen que debemos ir a la zona de venta de billetes internacionales. Cuando por fin lo encontramos y le explicamos el tema a una señorita en inglés, nos contesta que los billetes del SNCF ella no puede tocarlos, así que si queremos billete a Zurich para hoy tendremos que comprarlo de nuevo. En fin, menos mal que "sólo" son 40 euros… Cuando le decimos que sí nos responde con un "completo" que casi nos hace desesperar... Menos mal que se había equivocado y finalmente había plazas. De todas formas esta señorita tiene las mismas ganas de trabajar que los españoles: cero. Como se nota que nos vamos acercando a España...

Cuando vamos a dejar las maletas en consigna nos damos cuenta de un nuevo problema que no habíamos previsto: en la república checa no hay euros, sino que usan coronas checas. Hale, a buscar un Kantor… ¡ah, no! Que son las siete de la mañana y están cerrados... Vale, ¿ahora qué hacemos? Pues sacar dinero con la tarjeta en el único cajero de la estación que tiene una cola de quince personas que están en nuestra misma situación.

Mientras esperamos se me ocurre preguntarle a un policía de la estación a cuánto está aproximadamente el cambio EUR-CZK para hacernos una idea de la cantidad de dinero a sacar y no pasarnos ni quedarnos cortos. Un euro son aproximadamente 25 CZK, así que sacamos dos mil coronas (unos 80 euros) para pasar el día. Empezamos a llevar ya un buen cacao mental con esto de los cambios, sobre todo Susana (yo al menos estoy acostumbrado a manejar cambios de divisa en la oficina y eso ayuda…). Pues aquí no acaba la cosa, que en Zurich (Suiza) tendremos la misma película con los francos suizos. Como mola esto de Europa...

Dejamos al fin las maletas en consigna (60 CZK por dejarlas 24 horas) y nos disponemos a ver Praga, que no tenemos el tren a Zurich hasta las 18:30. Damos un paseo viendo varios monumentos preciosos, pero nos gustaría entender qué es cada cosa, así que nos ponemos a buscar una oficina de información turística. Vamos paseando hasta una plaza y decidimos sentarnos a tomar un café (por cierto, malísimo) e ir al baño. Mientras voy yo, Susana encuentra a un grupo de españoles que llevan unos mapas que les han dado en el albergue y le regalan uno. ¡Ya tenemos algo! Con este mapa en la mano nos hemos recorrido todo el casco antiguo de Praga...

El casco antiguo tiene un montón de edificios preciosos. Nos llama la atención que, a diferencia de Polonia, aquí no hay casi iglesias. Son más numerosos los monumentos tipo arcos triunfales, obeliscos, torres con relojes o sin ellos… pero iglesias o basílicas pocas.

En un punto del recorrido entramos en el barrio judío. Hay varias sinagogas y un cementerio judío bastante antiguo en un área relativamente reducida, así que sacamos una entrada única y podemos visitarlos todos. Lo primero que visitamos es una sinagoga. En ella podemos ver documentos antiquísimos en los que primero se les concede una serie de derechos a los judíos de Praga (en el siglo XVI) para luego expulsarlos en otro documento del siglo XVIII. También aparecen varios documentos antisemitas con dibujos en contra de los judíos pintándolos en aquelarres con el demonio y cosas así... En fin, que les han dado por todos los lados, por no mencionar ya el holocausto nazi.

De esta sinagoga pasamos a otro edificio del barrio judío que nos va a dar acceso al cementerio. Este edificio nos pone mal cuerpo: tiene varias salas de unos 15-20 m2 cada una cuyas paredes están totalmente escritas, de techo a suelo, con letra tamaño 16. Al fijarnos en lo que pone, son los nombres de 80.000 judíos muertos durante el exterminio de la segunda guerra mundial en los diferentes campos de concentración. Una cosa es leer el número, ya de por sí terrorífico. Otra muy distinta es ver escritos los nombres, apellidos, fecha de nacimiento y de defunción de todos ellos y comprobar la enorme extensión de paredes que se puede recubrir con ellos. Es verdaderamente espeluznante y a los dos se nos pone un nudo en la boca del estómago. Hay que conocer la historia para no repetirla, pero esto nos supone un impacto emocional que no deseamos ahora, así que salimos rápido de este edificio.

El acceso al cementerio judío está justo a la salida. Hay que "alquilar" por 5 CZK unos kipas (sombreritos típicos judíos) para acceder al cementerio. Es un cementerio muy antiguo (la primera lápida data de 1.451 y se dejó de enterrar aquí a finales del siglo XVIII), por lo que está verdaderamente abarrotado de tumbas, todas ellas con inscripciones en hebreo. Hay un recorrido fijado y lo recorremos con calma. Es una pena porque hay zonas que estaría bien poder ver y están cerradas al público, pero en general está curioso de ver. Al final a Susana le entra "mal rollo" y nos salimos rápido de allí. Vemos un par de edificios más con temas diversos relacionados con el pueblo judío y cuando nos cansamos salimos del barrio para seguir nuestra visita.

Nos dirigimos ahora a la zona del río. El paseo por la vereda del río es muy bonito y las vistas de los puentes y los edificios en la ribera contraria son preciosas, así que nos sentamos en un banquito a descansar un rato y disfrutar de las vistas. Merece la pena. Hay también una exposición de fotografía de naturaleza muy bonita. Son fotos en tamaño 100x70 más o menos y todas ellas son del "Wildlife Photographer of the Year". Son una maravilla. Hay muchas fotos de España y muchas también hechas por españoles. ¡Ole nuestro orgullo patrio! Lástima que no haya ninguna de Jose B. Ruiz, que si no me hacía una foto al lado y se la mandaba como recuerdo.

Andando por la vereda del río llegamos a un puente precioso que tiene dos torres en los extremos y es totalmente peatonal, así que cruzamos por aquí disfrutando del paisaje y cuando llegamos a la otra orilla encontramos una oficina de información y turismo al fin. Les explicamos lo que hemos visto hasta ahora y el tiempo de que disponemos y nos comentan que lo único importante que nos queda por ver es el castillo, así que tomamos fuerzas y nos ponemos a subir las cuestas que dirigen a él. ¡En mala hora! Casi una hora y media de ascensión para al final ni siquiera encontrar el castillo, pues estábamos todo el rato siguiendo un cartel indicador que finalmente llevaba a un monasterio que también se ubica en esta colina... Eso sí, aquí arriba hemos comido en un restaurante que hay al lado del monasterio y que tiene una vista panorámica de todo Praga verdaderamente asombrosa.

Estamos ya cansados de andar y además empieza a llover (¡con el día tan lindo que había hecho!), así que volvemos a la estación en taxi. Recogemos las maletas de consigna y nos vamos a la sala de espera para pasajeros de primera clase, que tiene acceso a internet a esperar nuestro tren y mientras tanto publicar las historias de ayer y de hoy.

Hay muchos trenes con retraso, casi todos ellos de la zona de Polonia y Alemania. Parece que hay una tormenta bastante grande que está afectando al tráfico ferroviario proveniente de estas zonas. Esperemos que no nos toque a nosotros y lleguemos en un tiempo razonable a Zurich.

Mañana, si todo va bien, llegaremos a Zurich por la mañana e intentaremos cambiar los billetes a Barcelona para salir esa misma noche. Si no, buscaremos combinaciones para llegar hasta Francia e ir bajando a la frontera poco a poco...

Día 11: Colocón en las minas de sal y vuelta a casa

28/07, día 11 del viaje: Esta mañana toca ir a ver las minas de sal próximas a Cracovia. Nos levantamos muy pronto (hemos quedado a las 6:45 con Esaú y Anka para coger un autobús que sale a las 7:30 aprox.) y a los dos nos duele la garganta. Estamos cogiendo una buena por culpa de este maldito tiempo.

Con pocas ganas y más haciéndolo por nuestros amigos que por nosotros, nos vestimos y nos preparamos para salir. A la hora convenida vienen a recogernos. ¡Sorpresa! Hoy es el cumpleaños de Anka y le tenemos preparada una mini sorpresa. A pesar de que sabemos que no la gusta celebrar los cumpleaños hemos querido comprarle una chaqueta impermeable en Zara y así se puede abrigar un poco más, que la pobre lo está pasando mal con la lluvia y el frío. Así que en cuanto aparecen por la puerta les ponemos nuestra mejor sonrisa y le damos a Anka el paquetito con el regalo. Parece que le ha gustado, porque se lo prueba enseguida y ya no se lo quita. Genial.

Nos ponemos en marcha hacia la parada inicial del autobús a las minas de sal. Sigue lloviendo, vaya mierda. Menos mal que en las minas se está bajo tierra a temperatura constante (¿habrá filtraciones, goteras o algo parecido? Espero que no...). Nos subimos al autobús y el conductor nos indica de malos modos que no se le paga a él, que hay que sacar ticket en el expendedor automático. Vaya hombre, nos ha tocado el gruñón... Sacamos los tickets (tres zloty por barba) y nos ponemos en marcha. ¡Dios mío! Además de gruñón es un verdadero inepto a la hora de conducir un autobús... Frenazo, acelerón, frenazo, acelerón. Susana y yo nos tomamos una biodramina nada más subir al autobús, pero en el caso de mi nena no hay nada que hacer. Se está mareando inexorablemente. Encima, con la lluvia y el frío, todos los cristales del autobús están empañados por dentro y llenos de agua por fuera. No se ve prácticamente el exterior salvo un poco por la luneta delantera. Lo que faltaba.

Tras diez o doce paradas (una media hora de recorrido en el bus del infierno) llegamos a la parada de Wieliczka. Cuando bajamos Susana tiene cara de estar a punto de echar hasta la primera papilla. Intentamos guarecernos un poco lejos del alcance de los coches (que encima aquí no miran: da igual que haya agua en la calzada y tú estés cerca, cuanto más grande sea la ola que levantan, mejor) y esperar a que se le pase un poco el colocón a Susana, pero tiene pinta de que va para largo.

Al cabo de unos minutos avanzamos andando hasta la entrada al complejo de las minas de sal y paramos a descansar en el merendero que tienen en el exterior (que está a cubierto con un techado de madera). Parece que Susana se encuentra algo mejor, así que decidimos comer el desayuno que hemos comprado al salir del hotel para ver si se nos asienta el estómago. Craso error. Susana sigue mareada y a mí me ha entrado también algo de mareo al bajar. No solo eso, sino que el desayuno nos ha caído a los dos como una bomba en el estómago. Mal pinta la cosa…

Nos metemos los cuatro en el edificio donde se sacan los tickets y nos sentamos en unos bancos a ver si se nos pasa. Hay un montón de grupos de extranjeros, especialmente italianos, bastante maleducados todos ellos. Como hay poco espacio en la sala para toda la gente que somos, los tenemos todo el rato encima, algunos de ellos casi pisándonos (hasta que, evidentemente, les pegamos un bufido diciéndoles que más les vale tener algo de respeto y educación...). Esto ya nos termina de agobiar a Susana y a mí, así que decidimos pasar de las minas y volvernos al hotel. Esaú y Anka están bien, así que se quedan a hacer la visita ya que están aquí. En estos momentos estamos todos cansados y malhumorados por culpa del tiempo, así que estamos empezando a hablar entre nosotros de adelantar la vuelta a casa, pues para estar así más nos vale estar en nuestra casita tranquilos.

Salimos a la calle mientras nuestros amigos inician la visita a las minas. Espero que les vaya bien y al menos la disfruten, pero no estamos a gusto aquí, así que vamos a por un taxi. Encontramos uno en la parada y nos subimos dándole al taxista la dirección del hotel (Pijarska, 22). Menos mal que hemos conseguido entendernos con él, porque no habla ni papa de inglés. El regreso es un cuadro: Susana, que sigue algo mareaducha, se está durmiendo en el taxi. Debe ser por la biodramina, que la está empezando a hacer efecto. Yo tengo el estómago hecho un asco, así que no veo el momento de llegar a la habitación para ir al baño. Encima nos pilla la hora de entrada a los trabajos y el acceso a Cracovia desde las minas de sal es un caos. Media hora de caravana. Menos mal que aquí solo corre el taxímetro cuando estás en marcha (cobran por kilometraje, no por tiempo), así que la carrera no va a ser más cara de la cuenta.

Llegamos finalmente al hotel y tras soltarle al taxista los 80 zloty nos subimos a la habitación, vamos al baño y nos tumbamos a dormir. Dormimos como benditos un par de horas o tres y al levantarnos hablamos con Esaú y Anka. La visita a las minas ha sido bastante mala (treinta pisos de escaleras hacia abajo, un guía que les iba llevando a toda pastilla por las salas y encima la mitad del recorrido estás viendo pasillo...). Según nos cuentan, para tres o cuatro salas decentes que tiene, no merece la pena ni el esfuerzo ni el dinero que cuesta.

Para este momento nosotros ya hemos tomado la decisión de volvernos a casa cuanto antes, así que nos acercamos a la estación de tren a ver si podemos cambiar los billetes. Desde aquí solo podemos gestionar billetes con origen o destino Polonia, así que adelantamos el Cracovia-Praga para esta misma noche. Hoy nos volvemos para casa.

Volvemos al hotel y quedamos con nuestros amigos para explicarles la situación. Ellos nos habían comentado que posiblemente también adelantarían su regreso a mañana, así que no hay problema. Estamos todos cansados de este tiempo de perros (de hecho nos hemos confesado mutuamente que ninguno de los cuatro tenía ganas hoy de ir a las minas de sal… lo hemos hecho todos por los demás) y lo mejor es agilizar la vuelta. Decidimos quedar un poco más tarde para cenar algo juntos y terminar de dar una vuelta. Curiosamente, desde que hemos cambiado los billetes ha dejado de llover. Tiempo de locos...

Cenamos en el mismo sitio donde desayunamos el primer día. Nosotros sólo tomamos un té (que después de cómo hemos tenido hoy la barriga no conviene forzar), pero Esaú y Anka se jalan una ensalada césar, una szarlotka y dos chocolatitos que tenían una pinta maravillosa. Lástima no poder despedirme de esas szarlotkas como dios manda… me va a tocar aprender la receta para hacerlas en casa, je je je.

Terminamos de cenar y nos damos nuevamente una vuelta por el casco antiguo, terminando de hacer unas compras y cambiando la divisa que nos ha sobrado en un Kantor (salvo treinta zloty por lo que pueda ocurrir a última hora...). A las nueve nos cogemos las maletas y nos dirigimos a la estación, acompañados de Esaú y Anka que quieren despedirse de nosotros a pie de tren. Qué majos. Nos han traído una piedra de sal de color rosa como recuerdo de las minas de Wieliczka y unas cuantas postales. La verdad es que si no fuera por el tiempo daría gusto estar por aquí con ellos...

El tren es bastante moderno y nuestro compartimento es el mejor que hemos cogido hasta ahora. Dejamos las maletas dentro y salimos a despedirnos de nuestros amigos, que mañana parten también hacia el norte de Polonia para estar unos días de nuevo con la familia antes de coger el avión. ¡Casi nos dejamos la bolsa con el agua y los bocadillos! Menos mal que Anka se ha dado cuenta en el último momento, jejeje.
Cuando nuestros amigos se van y nos quedamos solos en el tren me vienen de golpe un montón de emociones. El hecho de volvernos a casa de forma tan precipitada, el agobio por ver a Susana encontrarse mal y no poder ayudarla estando a 3.000 Km de casa, la semana con este tiempo de mierda que nos ha sumido a todos en una mini depresión... Todo lo que estaba acumulado ahí dentro sale de golpe al verme en el tren y relajarme y exploto llorando como un niño. No sabría explicar muy bien si es de alegría, tristeza o sólo de nervios, pero no puedo contener las lágrimas. En fin, lo mejor será que nos relajemos e intentemos dormir.

Cuando el tren se pone en marcha viene el revisor y nos indica en un inglés correctísimo que tenemos tres cerrojos por dentro de la puerta que debemos cerrar (sí, sí… TRES). No solo eso, sino que nos recomienda que guardemos el dinero y billetes o cosas de valor con nosotros en la ropa o bajo la almohada mientras estemos durmiendo. Jo, esto no tranquiliza demasiado… Menos mal que nos comenta que mañana él se encargará de avisarnos media hora antes de llegar a Praga y nos devolverá los billetes de interrail (que se los ha quedado como es costumbre por aquí...). Cuando se va, nos ponemos el pijama, vemos una peli en el iPod ("Ex", italiana y algo malucha, pero suficiente para reírnos un rato y que se nos pase la tontería) y a dormir.

Mañana estaremos en Praga e intentaremos seguir cambiando billetes para ir bajando hacia casa. A ver si hay suerte y llegamos antes del domingo…

martes, 27 de julio de 2010

Día 10: Lluvia, lluvia y más lluvia...

27/07, día 10 del viaje: Hoy nos movemos de Varsovia a Cracovia. A primera hora recogemos las cosas, bajamos a la recepción del hotel a que nos devuelvan la fianza del mini bar (algo más de 100 zloty) y nos vamos a la estación de tren bajo la lluvia. Ayer llegamos a Varsovia con lluvia tras estar con más lluvia en Gdansk y hoy nos vamos a Cracovia lloviendo... pinta mal la cosa.

El intercity que nos lleva a Cracovia es un buen tren. Algo más moderno que el de Gdansk-Varsovia, nos lleva en prácticamente el tiempo estimado, salvo un retraso de 10-15 minutos por culpa de las obras que hay en varios puntos del recorrido. Prácticamente toda Polonia está de reformas. Debe ser por la Eurocopa del 2012...

Llegamos a Cracovia a eso de las 11:15 de la mañana. La lluvia es suave pero persistente, como todos estos días, así que nos toca ir con los paraguas y las maletas hacia el hotel. Vaya rollo.

El hotel que hemos cogido (Orbis Francuski Kraków) es un cuatro estrellas ubicado en pleno casco antiguo de Cracovia. El edificio tiene su encanto, pero se nota que es viejecito y las instalaciones, a pesar de ser correctas, no me parecen las propias de su categoría: las habitaciones tienen un ventilador como aire acondicionado, el aseo tiene una bañera con una cortina de plástico a modo de mampara y el ambiente en la habitación tiene "olor a viejo". A nuestros amigos por el contrario les ha encantado este hotel. Sobre gustos... El caso es que a mí particularmente me gustaba mucho más el Mercure de Gdansk que este, pero en fin. Son unas pocas noches y es sólo para dormir, así que al menos lo tenemos cerca de toda la zona a visitar.

Después de dejar las maletas en el hotel y pertrecharnos con la cámara, el paraguas y una bolsa de plástico para taparla en los desplazamientos (que ya solo nos falta que se moje y se estropee) nos vamos a recorrer el casco antiguo de Cracovia. Verlo bajo la lluvia es un poco molesto, pero no hay otra opción: el hombre del tiempo anuncia lluvia para los próximos días por culpa de una borrasca que acaba de salir de Inglaterra, así que... Vaya asco. Esto no es verano ni es ná.

Cracovia tiene un aspecto muy bonito. Es una ciudad llena de monumentos (de hecho tienen a gala ser de las ciudades europeas con más monumentos, lo que les ha valido ser patrimonio de la humanidad por la UNESCO) y muchas, muchas iglesias. Todas ellas están construidas en ladrillo y tienen interiores verdaderamente espléndidos. Por la calle se pueden ver muchos curas y monjas, lo cual tiene sentido con la cantidad de servicios religiosos ofertados...

Primeramente visitamos la basílica: por fuera llama la atención, pero por dentro ya es impresionante. No sabes dónde mirar. Desde el suelo hasta las bóvedas está completamente cargada de elementos ornamentales, figuras, cuadros, frescos, tapices, remates en oro, tallas de mil tipos y estilos... Es una pena que no se puedan hacer fotos, pero a la salida compramos una postal para tener un recuerdo de un interior tan grandioso. Creo que es la iglesia más decorada que he visto en mi vida.

Al salir de la basílica escuchamos el "Ave María" de Haëndel, pero hay algo en la voz que nos llama la atención. No sabría decir exactamente qué es, pero es como si la estuviera cantando una niña o algo así… Al girar la esquina entendemos de qué se trata. Es un hombre interpretando la canción con voz de mujer, como haciendo un "falsete" constante. Tiene hasta un CD a la venta en el que pone "El Hombre Soprano" como nombre artístico. Curioso.

Esaú y Anka se han metido a ver la exposición de cuadros que hay dentro de la basílica en un museo visitable y a nosotros no nos apetecía acompañarles esta vez, por lo que damos una vuelta, vemos otra iglesia más pequeñita que hay en el lateral de la plaza y cuando acabamos nos metemos en un Hard Rock que hay frente a la basílica a esperarles tomando un café caliente. La lluvia no cesa y se ha levantado algo de viento, por lo que empieza a hacer frío y además se está poniendo verdaderamente desagradable andar por la calle. Mierda de tiempo...

Cuando salen nuestros amigos decidimos dirigirnos al castillo de la ciudad. Este castillo tiene zonas visitables a cubierto, por lo que al menos estaremos cómodos y sin lluvia. Nos cuesta un ratillo llegar y cuando lo hacemos nos damos cuenta que están a punto de cerrar casi todas las zonas visitables. Pues vaya chasco. Bueno, nos sentamos un rato en una cafetería y nos tomamos un chocolate caliente con nata que entra estupendamente y calienta el cuerpo.

Vamos a tener que pensar en planes alternativos por si sigue lloviendo así, por lo que mañana tenemos intención de visitar las minas de sal, que según hemos leído están bajo tierra y no hay problema con la lluvia. Estas minas son tan grandes que dentro se organizan hasta banquetes de boda. Tendremos que levantarnos pronto, pues a las 7:30 hay un autobús que nos dejará allí a las 8:00 de la mañana. La visita son tres horas aproximadamente, así que nos permitirá estar a media mañana de vuelta para intentar ver el castillo (lo que hoy estaba cerrado) y posteriormente acercarnos al barrio judío a echar un vistazo a las sinagogas.

Volvemos al hotel a eso de las seis de la tarde. Nosotros queremos acercarnos a la estación a ver si podemos cambiar el billete de Cracovia a Praga que tenemos y adelantar un poco la vuelta a España, pues si va a seguir haciendo este tiempo varios días (y todo apunta a que va a ser así) y nuestros amigos se vuelven hacia el norte el día 30, no tiene mucho sentido que nos quedemos nosotros por aquí. Encima estamos cogiendo frío y la garganta ya empieza a quejarse (Susana está un poco afónica y yo llevo dos días levantándome con flemas y dolor de garganta), por lo que es recomendable acelerar el regreso o al menos salir de la zona de lluvia y volver a algún sitio donde impere el verano. ¡Esto parece febrero en Alicante!

Tras cambiar el billete, aprovechamos que en la estación hay un centro comercial tipo "Plaza Mar 2" y echamos un vistazo por si hubiera algo interesante. Como mañana es el cumpleaños de Anka, queremos comprarle un detalle y creemos que con este tiempo lo mejor es algo de ropa de manga larga. Entramos en Zara y no necesitamos pensarlo demasiado: hemos encontrado una chaquetita de manga larga tipo cortavientos que además es impermeable. Esto la va a encantar, seguro. A la saca.

De ahí nos vamos a buscar unas deportivas para mí. Solo he traído sandalias a este viaje y empiezo a estar harto de tener los pies mojados. Además, los pies húmedos es sinónimo de catarro, por lo que no puedo permitirme ese lujo. Por 100 zloty (unos 25 euros) compramos unas deportivas negras (algo horteras, pero a estas alturas me da igual) y un paquete de calcetines de deporte que me permitirán tener los pies calentitos. Menos mal.

Encontramos también un Carrefour, así que compramos algo para cenar hoy (que no tenemos ganas de andar por ahí con este tiempo buscando restaurante para cenar) y nos volvemos al hotel. Ahora la lluvia arrecia, por lo que llegamos empapados a pesar del paraguas. ¡Joder con Polonia!

Nos cambiamos de ropa, descansamos un poco y a las 20:45 nos vamos con Esaú y Anka a un club de Jazz cercano al hotel. Sigue lloviendo, pero el club de Jazz está entrando por un pasaje a cubierto y bajando unas escaleras. Es como si estuviera en un sótano o algo así. Mola. Hace calorcito y el ambiente es agradable. La actuación comenzará a las 21:30, así que pedimos unas cervezas (Susana un té calentito con ron) y nos ponemos cómodos a esperar. Es divertido ver al pianista y al batería cazar los mosquitos que acuden a las bombillas antes de que se inicie la actuación. Cuando al fin vienen los músicos que faltan es para verlos. Son seis (batería, violonchelista, pianista, guitarrista y dos saxofonistas) y a cada cual más "alternativo". Uno de los dos saxofonistas es un señor de unos 55-60 años, con el pelo cano y que fuma en pipa. Yo no sé lo que se habrá echado en la pipa, pero tras darle unas cuantas caladas ha entrado como en éxtasis. Ya puede tocar. Y vaya si toca, vaya...

Nos quedamos tres o cuatro canciones. En jazz eso es como una hora u hora y media, porque cada canción dura más que un conejito de Duracell con pilas nuevas, así que nos da tiempo a acabarnos los "piwos" de medio litro, fumarnos un par de cigarritos y disfrutar de un rato de música. Al cabo de esas canciones ya estamos cansados de jazz (realmente no estamos acostumbrados a esta música y si no escuchas jazz habitualmente no le encuentras demasiado sentido a la retahíla de notas aparentemente inconexas entre sí), así que decidimos volver al hotel a intentar descansar de cara a la visita de mañana. Ya veremos que tal día sale, porque como siga lloviendo así creo que nos van a crecer membranas interdigitales como a las ranas.

Mañana, visita a las minas de sal, al castillo de la ciudad y al barrio judío… si el tiempo nos lo permite.

lunes, 26 de julio de 2010

Día 9: Los taxis polacos molan cantidad

26/07, día 9 del viaje. Hoy nos toca movernos hacia Varsovia. Nos levantamos a primera hora (a las 7:30 AM habíamos quedado en el hall con Esaú y Anka) y tras pagar el hotel nos dirigimos hacia la estación de tren para tomar el Intercity a Varsovia. Por el camino compramos unos bollos para desayunar en una panadería de la estación: el mío es de crema con manzana, el de Susana de crema a secas y Esaú se compra algo salado tipo pizza. Tienen buena pinta... luego nos los comeremos.

Por el camino tenemos un encuentro con sabor amargo. En los pasillos de comunicación de los andenes de la estación hay un hombre sentado en los escalones. Tiene el pelo desaliñado y el torso desnudo. Se está frotando los brazos como si tuviera frío (estos días estamos a 17 o 18 grados... yo me he tenido que comprar un pantalón largo y una chaqueta para aguantar). Se me cae el alma a los pies al ver estas cosas. Imagino que será uno más de los miles de sin techo que hay por todos los lados, aunque me temo que aquí en Polonia hay un índice bastante alto de este tipo de gente por problemas de alcoholismo. Me detengo un momento y sin pensarlo mucho decido abrir la maleta y darle una de mis camisetas, a ver si se puede abrigar un poco. Me mira con ojos de no estar viéndome, así que poco más puedo hacer aparte de dejársela en los brazos y murmurar en inglés que es para él. Nos alejamos con la vana esperanza de haberle ayudado en algo, aunque me parece que no va a servir de mucho.

Salimos al andén a esperar al tren y nos comemos los bollos que habíamos comprado antes sentados en un banco. Están bastante buenos. Mientras esperamos veo que el mismo hombre de antes ha salido también al aire libre y sigue con el torso desnudo. Ni rastro de la camiseta. En fin, yo he hecho lo que he podido. Quizás la tenga guardada en algún sitio para después o se acuerde de ella cuando se le pase un poco el tablón que lleva encima...

Cuando llega el tren subimos en el primer vagón de primera clase que vemos y nos metemos en un camarote para seis. La primera clase está prácticamente vacía. Cuando por fin arranca el tren y ya habíamos acomodado las maletas aparecen dos mujeres diciéndonos que estos son sus asientos. ¡Andá, que el tren está numerado! Intentamos salir del camarote y ellas no se apartan demasiado, así que montamos una escena propia del camarote de los Hermanos Marx (en mi mente suena algo así como "¡antes de entrar dejen salir!"). En un despiste me arreo un buen golpe con la maleta en la uña del dedo gordo del pie. Este mismo dedo ya ha sufrido varios golpes durante el viaje y tengo la uña bastante rota, pero este golpe ya me ha hecho ver las estrellas… Cuando miro el dedo está sangrando levemente por debajo de la uña. Encima una de las mujeres me mira y me pregunta en español "¿Estás bien?". La madre que la parió. Pues claro que no, ¿cómo voy a estar bien con el viaje que me acabo de dar? Grrr...

Miramos los billetes y vemos que pone algo así como vagón 3 asientos 62-66. Como nos hemos subido en el primer vagón, presuponemos que este será el número uno, así que nos ponemos a andar por los vagones hasta llegar al que hace tres... y es el bar. Mierda. Decidimos que no es plan de andar por ahí de arriba para abajo los cuatro con las maletas, así que enviamos a nuestro ángel de la guarda polaco (Anka) a buscar algo de ayuda y encontrar el vagón tres. Cuando vuelve trae al revisor, que nos indica que le sigamos. Curiosamente va en dirección al primer vagón... ¡No me lo puedo creer! Nuestro camarote es el contiguo al de las dos mujeres. ¿Y para esto me he roto yo la uña? Yo las mato...

El trayecto es bastante cómodo. Las primeras dos o tres horas las pasamos dormitando en los asientos y cuando nos despertamos un poco, Esaú y yo nos acercamos al vagón restaurante (el bar de antes) a tomar algo. Nos papeamos unos bocadillos de pan de pita con verdura y en mi caso un zumo de naranja (Esaú se toma un café con leche que... mi zumo mola más, la verdad). Cuando volvemos al vagón de las chicas les comentamos cómo está el tema, pero a ellas no les apetece tomar nada. Esaú saca una baraja de cartas y, montando una mesa improvisada con una de las maletas, nos ponemos a jugar al seisillo. Lo que sea para pasar el rato.

A la una y media llegamos a Varsovia. Ha estado lloviendo todo el camino y Varsovia no va a ser menos, así que salimos con una llovizna suave pero constante que va a ser la tónica dominante del día. El hotel que hemos reservado está a quinientos metros de la estación, así que no merece la pena coger un taxi. Nos vamos paseando y llegamos sin problema, aunque algo mojados. En la recepción nos cascan 400 zloty en la tarjeta. Al comentarle al recepcionista que el precio que habíamos reservado por internet era en torno a 280 zloty nos comenta que es una fianza por si consumimos algo del mini bar o de la televisión y que si no es así nos devolverán el sobrante al dejar el hotel. Ya empezamos con los listos...

Tras subir las maletas a la habitación y asearnos y secarnos un poco, nos encaminamos a la torre Rondo 1, el rascacielos donde se ubica la oficina internacional de la CAM en Varsovia. La directora ha sido muy amable con nosotros y les hemos traído unos detallitos de España, así que hay que acercarse. Para acceder a los ascensores hay que pasar unos tornos, así que nos acercamos a los guardias de seguridad que toman los datos de los DNIs de todos nosotros y nos proporcionan cuatro tarjetas amarillas que pone "Visitors" en grande. Las tarjetas están magnetizadas y sirven para abrir los tornos. Está bien esta seguridad.

Nos montamos en uno de los ascensores de cristal y marcamos la planta 26. La torre tiene 37 alturas. El ascensor inicia su marcha y sube lo que yo llamo "a toda leche". Dios mío, creo que la cabeza me va a estallar por el cambio repentino de altura.

En la planta 26 está la oficina de representación de CAM. Al llegar nos reciben los dos compañeros que trabajan en ella: Aneta, la directora, es una polaca rubita encantadora. Nos sonríe constantemente y se asombra cuando le relatamos cómo hemos llegado hasta aquí. Su compañero, Michał, va trajeado y también está todo el rato sonriendo y comentando nuestras anécdotas. Nos sentamos con ellos en una de las salas de reuniones y nos preparan café y té. La oficina es muy grande en comparación con lo que estamos acostumbrados en España, especialmente cuando sólo trabajan dos personas en ella. Nos comentan que existe un contrato de permanencia en estas oficinas hasta el año que viene, pero que cuando expire en Junio/Julio seguramente se cambiarán de sitio porque esta es excesivamente grande y además el alquiler es muy caro.

Les entregamos los detalles que hemos traído para ellos y nos demuestran su agrado con su cara de alegría al verlos. Comentamos con ellos mil cosas del viaje, de la situación actual de la CAM y el SIP (no tienen muy claro el esquema del sistema financiero español, así que todo este tema es un asunto bastante confuso para ellos) y de las cosas que deberíamos intentar ver, tanto en nuestra visita a Varsovia como a Cracovia.

En un momento dado, Aneta nos comenta que tiene que ausentarse unos minutos. Nosotros aprovechamos para comentar con Michał que nos gustaría subir al piso más alto del rascacielos a sacar unas fotos, así que nos acompaña a los ascensores y subimos hasta la planta 37, donde nos esperan unos ventanales con unas vistas increíbles de Varsovia. Lástima que esté tan nublado, porque prácticamente no se ve más allá de los edificios de enfrente. Michał nos ha comentado que en días claros se ven perfectamente las grúas que están construyendo el estadio olímpico para la Eurocopa de 2012. A ver si podemos venir a hacer fotos en esos partidos, pensamos Esaú y yo al unísono... habrá que investigar cómo pedir las acreditaciones.

Volvemos a bajar a la planta 26 para despedirnos de nuestros compañeros y seguir la visita y nos tienen preparada una sorpresa: Aneta ya ha vuelto y su ausencia ha sido para comprarnos unos dulces de chocolate con ciruelas típicos de aquí y una especie de torta de chocolate que tiene que estar riquísima. Que simpáticos. Nos han tratado súper bien. A ver si vienen pronto por Alicante y podemos devolverles la hospitalidad con la que nos han atendido.

Nos despedimos de Aneta y Michał tras hacernos una foto "institucional" en la entrada de la oficina junto al logo de la CAM y bajamos a la calle dispuestos a comenzar nuestra visita. Sigue lloviznando, así que tomamos un taxi y nos vamos al casco histórico de la ciudad. Al bajar vemos bastante policía, lo que nos tranquiliza ante posibles robos. Lo que ya nos llama algo más la atención es que uno de los aparentes mendigos que vemos en la plaza lleva "pinganillo" en la oreja. Un secreta. En fin, mejor que nos movamos por si las moscas...

Visitamos varios edificios de la zona histórica de Varsovia, pero el tiempo es verdaderamente de perros y no resulta nada agradable pasear hoy por aquí, así que al cabo de un rato nos metemos en un restaurante a cenar algo. Sopa calentita de champiñones de primero y "plaski", una especie de pasta de patata rebozada y frita acompañada de salsa de segundo. Muy rico todo. Tras acabar la cena, vamos a por un taxi para dirigirnos al hotel... y empieza lo bueno. El taxista arranca y casi se deja a Esaú fuera (que aún no se había terminado de subir). Sigue unos metros y de repente hace un croquetón tremendo: gira 180º para cambiar de dirección subiendo todo el coche a la acera opuesta... Menos mal que no venía nadie. Y para acabar la actuación estelar de la versión taxista de Kovalainen adelanta a un taxi que iba más lento que él en ciudad y por una vía de un carril en cada sentido. Para flipar. Os juro que me sentí aliviado al llegar a la puerta del hotel.

Mañana ponemos rumbo a Cracovia, donde estaremos hasta despedirnos de Esaú y Anka el día 30 e iniciar nuestro regreso a casa (que seguro que tendrá su enjundia también...). El viaje está siendo fantástico, pero empieza a haber ganas de estar en casita.

domingo, 25 de julio de 2010

Día 8: Un par de groszys a la hucha...

25/07, día 8 del viaje. Hoy nos hemos levantado animados. Estamos todos mucho mejor del estómago (no cenar ayer fue un verdadero acierto) y queremos seguir viendo Gdansk. Hemos desistido ya de la idea de ir a Malbork, otra vez será, así que tenemos todo el día para ir con calma. Mejor, porque estos días estamos llevando demasiado ritmo y aún nos queda tute en Varsovia y Cracovia.

El día ha amanecido hoy igual de gris que ayer pero con una diferencia sustancial: no llueve, pero hace un frío del carajo. Sí, nada de fresco. Frío.

Esaú y Anka se han traído ropa de entretiempo (vaqueros largos y chaqueta), pero nosotros, calurosos por naturaleza, hemos venido con manguita corta y pantalones por las rodillas. Con el día que ha salido como no nos compremos ropa vamos a pasarlo mal, así que decidimos tomar algo para desayunar y después acercarnos al mercado de los bajos de la estación a ver qué cazamos.

El desayuno es curioso: un poco de pan con queso y ajo (aquí es difícil encontrar una tostada con aceite, así que esto es lo más parecido que hemos visto) y un zumo. No tienen manzanilla en casi ningún lado, así que Susana y yo hemos pedido un zumo de plátano. ¡No me lo puedo creer! Estos días atrás que hacía un calor de morirse nos ponían toda la bebida del tiempo y sin hielo y hoy que hace un frío que pela nos cascan un zumo frío y con hielo... El mundo al revés.

Nos llama la atención que son las 9:30 de la mañana y ya hay gente en el bar tomándose piwos de medio litro. ¡Joder con los polacos! Nuestro famoso carajillo matutino parece un juego de niños a su lado.

Después de desayunar nos vamos a ver si encontramos ropa. Susana va con pantalón largo y dice que con ponerse encima otra blusa de manga corta va bien, pero yo estoy congelándome por momentos, así que necesito comprar algo con urgencia. Localizamos una tienda como las del mercadillo que tiene ropa barata. Anka pregunta si tienen algo de mi talla y… ¡milagro! Tienen una especie de pantalón de chándal de algodón que además es en negro y no es demasiado hortera (aunque os puedo asegurar que a estas alturas me da igual: yo lo que quiero es sobrevivir a la congelación en primer grado...). Me lo pruebo y me está bien. Ya no me lo quito (de hecho me lo voy a dejar todo el día encima del pantalón corto, que como dicen en valencia "tota pedra fa pared"). Me pruebo también una sudadera de algodón "mas o menos" a juego y también me vale. Al saco. Por último me compro unos calcetines de deporte de algodón. Esto ya sí que es súpermegahortera: calcetines negros con unas sandalias de tiras tipo guiri. Me da igual. A tomar por saco. Ande yo caliente...

Salimos del centro comercial con la sensación de que ahora ya podemos seguir la visita a Gdansk sin miedo a caer malos. Vamos un momento al hotel, Susana se pone otra camiseta encima de la que lleva y listo.

Lo primero que vamos a ver hoy es una casa del casco antiguo que está decorada al estilo burgués del siglo XIX. Una vez más Esaú y yo sacamos nuestros carnés de la universidad y nos hacen un descuento de estudiantes del 50% aproximadamente. Esto es un chollo. La próxima vez que vayamos a viajar a un país como este me pienso hacer pases de universitarios para todos los que vayamos... Una buena impresora, un texto en español que ponga por algún lado "University Student" por aquello de que no quede dudas y un buen plastificado. Seguro que nos ahorramos pasta, jejeje

La casa estilo burgués está muy chula. Tienen mobiliario del siglo XVIII y está expuesta toda la cubertería de plata de los dueños de la casa, con sus iniciales grabadas y todo. Una pasada. La atracción principal es un azucarero de plata que es una verdadera obra de arte de la orfebrería. Merece la pena aflojar unos zloty por visitarla...

Susana ha empezado hoy con sus días de mujer mensuales, así que está algo dolorida y no tiene muchas ganas de estar de pie, la pobre. En la casa hemos tenido que buscar una silla para sentarse un rato y que se le pasara el dolor. Creo que va a ser la tónica general de la mañana, pero no quiere que dejemos la visita, así que iremos observando cómo evoluciona.

De la casa nos vamos a un museo que hay unos metros más adelante. Aquí tienen una escalera de caracol hecha en madera que es para estar todo el día mirándola. También tienen una habitación con el techo totalmente decorado en plan barroco. Está genial. Aquí Susana se ha quedado prácticamente desde el principio de la visita sentada en una silla. Una de las vigilantes del museo se le ha acercado a decirle que esa era su silla, pero Susana ha aplicado hábilmente el truco de hacerse la embarazada y ha colado. No la han molestado más.

Estando así las cosas, prefiero que Esaú y Anka sigan su visita al museo y salir Susana y yo a tomar el aire, sentarnos en algún lado y tomarse un comprimido de paracetamol, a ver si así se le pasa un poco el dolor. Dicho y hecho. Aprovechamos para comprar unas postales y hacer unas compras en una tienda frente al museo. Por cierto, que aquí la gente es muy extrovertida y hospitalaria e intentan hacerse entender como sea. En cuanto ven que eres español (y mira que se nos nota rápido, ¿eh?) intentan chapurrear un poco de nuestro idioma o sueltan alguna gracia. Concretamente el de la tienda tenía una mini banderita de España en la pared y nos decía "¡campeones, campeones!" sonriéndonos sin parar. Es lo que tiene haber ganado el mundial...

Cuando salen nuestros amigos nos vamos juntos a la catedral de Gdansk. Es inmensa, aunque da la sensación de estar vacía y no sabemos por qué. En un rato lo entendemos: todo está pintado de blanco. Es decir, donde en su momento hubo pinturas, frescos, obras de arte… ahora sólo hay pintura blanca. Esta catedral ha vivido momentos de esplendor, pero hoy por hoy solo su tamaño descomunal da muestras de la grandeza pasada. Por lo demás, no dice gran cosa. Una pena.

Salimos de la catedral y Esaú y Anka ya están cansados de andar y ver cosas, así que decidimos ir a comer al sitio que nos dijo ayer Ewa: un bar de comida casera en plena calle principal del casco antiguo. De camino al bar nos encontramos con una señora vendiendo en un puesto callejero. No vemos lo que está vendiendo porque está de espaldas a nosotros, pero nos llama la atención otra cosa: tiene la camiseta un poco subida y los pantalones bastante caídos, por lo que se le ve perfectamente la "hucha". Je je je... Nos miramos los cuatro con sonrisa picarona y decidimos hacer una foto para recordar el evento. Primero saco una panorámica de la zona para que no sea muy descarado pero unos instantes después se ponen en la foto Esaú y Anka unidos de la mano y levantan los brazos formando una especie de "arco de triunfo" con nuestra amiga de la hucha en medio. Saco la foto precipitadamente (no sea cosa que nos pille la susodicha) y de repente un montón de gente que hay detrás nuestro se percatan de lo que está ocurriendo y empiezan a reírse a carcajada limpia. Los españoles somos así :)

Cuando encontramos el bar, cogemos sitio en la planta de arriba y me quedo yo con las cosas mientras Susana, Esaú y Anka van a por la comida. En unos minutos suben con bandejas en las que puedo ver sopa polaca y un plato con pollo empanado, patata y algo de verdura cocida y, en el caso de Susana, algo de arroz. Todo tiene un aspecto estupendo y huele muy bien. Comida sana y natural para el estómago. Cuando pregunto por el precio no salgo de mi asombro: la sopa, el plato de pollo y una coca cola de 50cl ha salido por 20 zloty... ¡¡5 euros!! Me encanta este país.

Al terminar de comer tenemos dudas sobre si ir a tomar un te y luego ir al hotel o si directamente ir a descansar. Optamos por esto último y nos damos el gustazo de descansar desde las 15:30 hasta las 18:30 que hemos quedado en el hall. Merece la pena parar un poco, ¿no?

Tras la siesta y con energías renovadas nos disponemos a ir al sitio en el que habíamos estado la noche antes con César y Ewa tomando un té. En ese momento no pudimos hacerlo porque estábamos malos del estómago, pero César se comió delante nuestro una tarta de manzana caliente con canela, nata montada y helado de vainilla que nos dejó a todos con ganas de probarlo, así que hoy no perdonamos. Anka nos comenta que aquí es muy típico y lo preparan estupendamente. El plato se llama "Szarlotka" y puede prepararse sólo o con helado ("Szarlotka z lodami").

Al llegar al sitio nos sentamos, pedimos la carta y cuando decidimos lo que queremos nos dice la camarera que no les quedan tartas. Mierda. Decidimos que realmente hemos venido hasta aquí a por tartas, no por el sitio en sí mismo, así que nos levantamos y buscamos otro sitio donde sirvan la tarta de manzana dichosa. Encontramos otro y aquí les queda una ración. Suficiente para probarla. Pedimos la Szarlotka y también unos bizcochos de chocolate con frambuesa y nata ("Bambo") y unas tazas de chocolate (Susana y yo de chocolate blanco con canela y Esaú y Anka de chocolate negro con vainilla y nata). Está todo riquísimo y lo hemos comido con ganas, así que no creo que nos siente mal...

Nos levantamos y vamos paseando por las calles de estos días hasta llegar a la vereda del río. Esta vez nos vamos paseando ribera abajo. Es un paseo verdaderamente agradable. Hay mucha gente por la calle pero no agobia pues no hay aglomeraciones.
A mitad del camino encontramos un punto de interés del mapa de Gdansk. Se trata de un puente grúa que servía para izar los mástiles de los barcos. En su interior se ubica una rueda de madera enorme que sirve para elevar los mástiles. En la actualidad está mecanizada y activa, pero en sus orígenes se movía mediante la fuerza humana. Vaya tela.

En el río hay un barco bastante grande varado que luego nos enteramos que es el museo marítimo de Gdansk. Un poco más adelante hay dos barcos veleros que están reconvertidos en bares. Ambos tienen música en directo y es un ambiente muy ameno. ¡Qué lástima haberlo descubierto el último día! Podríamos haber venido aquí alguna noche a tomar una copa o a cenar. La próxima vez seguro que cae.

Al final del paseo compramos unos paquetes de galletas (por si mañana no hay nada abierto antes de coger el tren y no podemos desayunar) y nos encaminamos hacia el hotel. Curiosamente este paseo en lugar de alejarnos nos ha ido acercando al hotel, así que no hay que desandar el camino. Hoy queremos acostarnos pronto, porque mañana el tren hacia Varsovia sale a las 8:15 y hay que levantarse pronto para ir tranquilos, así que… ¡a dormir!

Mañana: visita a la oficina de representación de la CAM en Varsovia (que la directora, Aneta, se ha portado muy bien con nosotros y nos ha proporcionado bastante información sobre las rutas que pensábamos hacer antes de venir aquí) y un tour turístico por Varsovia algo fugaz.

sábado, 24 de julio de 2010

Día 7: Todos malos de la barriga

Hoy me he despertado con pesadez de estómago. No sólo eso: Susana ha pasado una noche horrible (y yo durmiendo... no tengo perdón de Dios) por culpa de la barriga. La verdad es que llevamos una semana comiendo sin parar y anoche la cena no la comimos, la devoramos. No solo es el tipo de comida (que es diferente a la española pero es bastante sana, la verdad), sino las cantidades que estamos comiendo. Ayer, cuando acabamos de cenar, lo comentábamos: "yo esto no me lo como en España ni loco..."

El caso es que estando así no merece la pena que nos vayamos a Malbork hoy porque vamos a pasarlo mal, así que cogemos el teléfono y llamamos a la habitación de Esaú y Anka. Contesta Esaú a la llamada con voz de dormido (aún queda una hora para nuestra cita en el hall) y tras contarle la situación quedamos en dejar la visita al castillo para otro día y seguir durmiendo un rato a ver cómo evoluciona la situación. Al cabo de tres horas nos tocan a la puerta: Esaú y Anka han ido a desayunar y nos han comprado manzanas (que son buenas para el estómago), agua y una bebida tipo Aquarius para recuperar líquido. Se les ve carita de preocupados… angelotes. Esaú ya llevaba un par de días con problemas del estómago y hoy también Anka nota pesadez (¿no nos habrá sentado algo mal?). El caso es que a la vista de cómo está el tema decidimos dar un paseo más tarde por Gdansk y tomarnos el día con tranquilidad.

A mediodía parece que estamos estables y decidimos salir a dar un paseo y ver la ciudad a la luz del día. Hoy ha salido la mañana tristona, muy nublada, pero al menos hay luz para poder visitar ciertas zonas que de noche no podíamos ver, como la iglesia donde se casaron César y Ewa.

Vamos dando un paseo hasta la iglesia y nos llama la atención que hay dos iglesias, una delante de otra, a cual más bonita a pesar de los andamios que recubren sus fachadas. Entramos en la primera y nos sorprende que está completamente vacía. No solo eso, sino que hay unas vallas metálicas que cortan el paso a los visitantes y sólo se puede visitar la entrada. En las vallas hay colgadas unas fotos de un incendio terrible. ¡La iglesia se ha quemado no hace mucho! En las fotos se puede ver a bomberos rescatando cuadros del interior de la iglesia, echando agua sobre la cúpula de la misma y las llamas devorando todo lo que encuentran a su paso. Aterrador.

Salimos de la iglesia con mal cuerpo y fuera vemos los restos de maderos carbonizados dentro de un perímetro de seguridad creado con vallas metálicas. Esto nos indica que el incendio debe haberse producido no hace demasiado tiempo. Qué pena.
Pasamos a la iglesia que se encuentra anexa a esta. Es la iglesia de Santa Brígida, donde se casaron nuestros amigos. En el exterior, una imagen de Juan Pablo II domina el acceso principal de la iglesia, que solo se abre en ocasiones especiales como bodas o similares (de hecho César y Ewa entraron por aquí, según nos comentan Esaú y Anka). Un poco más adelante está la puerta de entrada habitual. Accedemos al interior y la iglesia es impresionante. El crucero es muy bonito y amplio, la iglesia es muy espaciosa y en el perímetro de la misma hay infinidad de estatuas, imágenes y placas en recuerdo de milicianos de la resistencia que murieron defendiendo la iglesia.

Lo primero que nos llama la atención es una zona iluminada con velas y adornada con coronas de flores, rosas y otros ramos medio secos en el suelo. Nos comentan que es en recuerdo del párroco de la iglesia, que murió unos días antes de la boda de César y Ewa. Por lo que se ve, era muy querido aquí.

Siguiendo el recorrido por el perímetro encontramos una vitrina que contiene varios tesoros (cetros, coronas, etc) y uno que llama especialmente la atención por estar hecho de ámbar. Es una maravilla. Los reflejos y los brillos que se generan, la orfebrería que lo acompaña… Es grandioso. Digno de reyes.

Tras leer la inscripción de la placa en recuerdo de los milicianos finalizamos nuestra visita a Santa Brígida y nos encaminamos al casco antiguo de Gdansk. Ayer lo vimos por la noche y hoy queremos verlo a plena luz pues las ciudades cambian tremendamente en función del momento de la visita. No nos defrauda: es aún mejor que por la noche. Se aprecian detalles en algunas fachadas que pasaron inadvertidos en nuestra visita nocturna y se ve la magnitud de las construcciones. Mires donde mires es una obra de arte arquitectónica. Qué bella es esta ciudad...

Al llegar a la estatua de Neptuno nos llevamos una pequeña decepción: las calles, abarrotadas de gente habitualmente, están además sembradas de vallas amarillas (como las de obra) y de inflables enormes con anuncios de mil cosas. Al fondo, en los arcos de acceso al río, hay un cartel que pone "Meta". Resulta que aquí finaliza una etapa de la vuelta ciclista a Pomerania (la región donde se ubica Gdansk) y parece que casualmente es este fin de semana. Que mala suerte... Esto no solo genera más gentío sino que destroza unas vistas preciosas.

Con esta idea aún en la cabeza cruzamos los arcos y Esaú y Anka nos comentan de comer algo en el restaurante flotante que hay sobre el río, el sitio donde la noche anterior no pudimos cenar. Nos parece una idea estupenda (aunque me temo que no tenemos ninguno demasiada hambre), así que decidimos acercarnos a ver qué pasa. Además, amenaza lluvia y cada vez se está poniendo más negro el cielo, por lo que debemos buscar cobijo urgentemente.

El restaurante está lleno pero tenemos la inmensa suerte de que no hay nadie esperando y un hombre que estaba ocupando una mesa se está levantando para irse. Esperamos un minuto y ¡bingo! Ya tenemos mesa pegaditos a la borda que da al río. Magnífico. Las vistas son espectaculares y promete ser un rato fantástico. La camarera nos toma nota de la comanda y nos relajamos disfrutando de las barquitas, kayaks y motos de agua que circulan por el río frente a nosotros. Cada vez que pasan estas últimas generan oleaje y el restaurante se mueve un poco. Estas son las cosas de que sea un restaurante flotante...

Al rato de estar comiendo empieza a llover. Unos minutos después ya no llueve: ¡cae el diluvio universal! Las gotas de lluvia hacen "gorgoritos" en el agua del río, lo que indica claramente que va a tardar en escampar, así que nos lo tomamos con tranquilidad. Pedimos unos "herbaty" (infusiones) y nos acomodamos en nuestras sillas, a pesar de que con el fresco y la comida en el estómago nuestras barrigas empiezan a moverse más de la cuenta.

Cuando por fin parece que ha dejado de llover decidimos volver al hotel. Esta noche hemos quedado con César y Ewa y el tiempo se ha puesto desagradable, por lo que pagamos la comida e iniciamos el regreso. No nos da tiempo casi ni a llegar a los arcos (que están a quince metros del restaurante). De nuevo caen chuzos de punta. Pues nada, a esperar… Nos quedamos bajo los arcos con otras sesenta o setenta personas acordándonos de que la madre de Anka comentó antes de irnos que el hombre del tiempo (que aquí por lo que se ve se equivoca poco o nada) había pronosticado lluvias y tormentas para este fin de semana. Vamos, igualito que en España…
Al ver que no terminaba de estar clara la cosa, en un momento dado nos armamos de valor y aprovechando que ha bajado un poco la intensidad de la lluvia usamos nuestros paraguas (recién comprados por la mañana en el mercado central de Gdansk en un alarde de previsión) y nos encaminamos al hotel. Por el camino paramos un momento a comprar otro paraguas (que en el nuestro no cabemos Susana, la bolsa de la cámara y yo) y justo después de pagar deja de llover. Si es que... vaya suerte tenemos.

Llegamos al hotel y nos vamos a nuestras habitaciones a quitarnos la ropa húmeda y descansar un rato. Hemos quedado a las 22:00 con nuestros amigos, así que a las 20:00 nos veremos en el hall para dar una vuelta si es que ha dejado de llover.
A la hora convenida se acercan Esaú y Anka por nuestra habitación. Han salido a la calle a comprarnos una guía de Gdansk en español que tiene un mapa de la ciudad y vienen numerados los monumentos y edificios más importantes con una breve explicación de lo que significan o su historia... Estupendo, porque así no nos perderemos detalle.

Parece que ha dejado de llover, y aunque ha refrescado bastante la temperatura es soportable en pantalón corto y camiseta, así que nos ponemos en marcha. Pasamos primero por la estación de tren para echar un vistazo al tema de los billetes a Malbork. Como no se pueden sacar en las máquinas expendedoras (porque es un poco más largo que los cercanías) y hay una cola bastante grande para la venta de billetes, decidimos pasar de comprarlos hoy. Mañana veremos.

De la estación nos dirigimos hacia Neptuno siguiendo la ruta marcada en el plano. Así podemos ir viendo los edificios que vienen explicados y enterarnos de más cosas. ¡Cómo cambia la visita pudiendo saber la historia de aquello que vemos! Tanto que nos da pena no poder entrar a conocer algunos museos o casas visitables que ahora están cerrados y nos planteamos que quizás merezca la pena dejar la visita de Malbork para otra ocasión a cambio de poder ver Gdansk con más calma… Ya veremos.
Al llegar a la calle que esta mañana estaba vallada y con inflables observamos que están retirándolos. ¡Ya ha acabado la etapa de la vuelta a Pomerania! Pues esto sí que es una sorpresa… Ahora sí que creemos que merece la pena quedarnos un día más en Gdansk, así que vamos a dejar la visita a Malbork en la recámara y si nos sobra tiempo ya nos acercaremos.

Pasamos por debajo de la puerta de los arcos que da acceso al río y nos llama la atención el sonido de un violín y un acordeón interpretando piezas de música clásica. Concretamente están tocando partes de "Las Cuatro Estaciones", de Vivaldi. El tipo del violín toca muy muy bien... Nos quedamos parados un rato embelesados con la música y disfrutando del momento. Cuando acaba de interpretar varias piezas nos acercamos a echarle unos zloty y nos llama la atención que tiene unos CDs a la venta. ¡Son ellos dos! Decidimos comprar uno de recuerdo (son sólo 20 zloty, unos 5 euros) y sacarles unas fotos mientras tocan para acompañar al CD como recuerdo.

Bajamos por la vereda del río pasando por delante del sitio donde cenamos anoche. El olor a comida que sale del restaurante no nos genera buenas sensaciones en nuestras barrigas, así que aceleramos el paso.

Unos metros después del restaurante está la puerta de entrada a la calle Marieska, una de las más antiguas y pintorescas de Gdansk. De hecho, el hotel que habíamos reservado para la boda (Hotel Gotyk) estaba aquí y es un edificio del 1451, el edificio más antiguo de Gdansk donde vivió Copérnico y su amante. Mientras paseamos por la calle vemos varias novias que se están sacando fotos en los soportales de los edificios o paseando por el suelo empedrado... Es una calle con encanto.

De repente tocan las campanas del ayuntamiento. Son las 22:00. Nos dirigimos a Neptuno al encuentro con nuestros amigos y al cabo de unos minutos ya estamos los seis juntos. Besos, abrazos, un par de fotos de grupo de recuerdo y a tomar una infusión para el estómago. Acabamos en un café tipo tetería en el que estamos un par de horas hablando un poco de todo y relatándoles el pasaje del tren ruso. Flipan en colores. Ellos nos han traído los detalles que repartieron en la boda para los invitados, que nos han guardado con cariño hasta que nos hemos podido juntar: una botella de medio litro de vodka (del que César nos advierte que es "peligroso", je je je), dos vasitos de "taponazo" decorados con la bandera de Polonia y un tarrito de miel típica de la zona. Bonitos recuerdos.

Al fin, con algo de sueño ya, decidimos retirarnos al hotel a dormir. César y Ewa nos acompañan gran parte del camino hasta que nos despedimos en la misma calle del hotel emplazándonos a quedar a la vuelta en Alicante para ver las fotos de la boda.

Mañana volveremos a visitar ciertos sitios de Gdansk que nos han quedado por ver y visitaremos los museos y casas más importantes. Si sobra tiempo, Malbork.